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UNA HISTORIA

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Mensaje  Invitado Dom Feb 01 2009, 20:12

ACERO Y VAPOR





LA BATALLA QUE NUNCA FUE:


1943: EL TIRPITZ CONTRA EL IOWA


por José Ignacio Lago Marín





En 1943 fue alistado el acorazado
norteamericano Iowa, su primera misión consistió en reforzar a la Royal Navy en su tarea
de escolta a los convoyes que se dirigían a los puertos rusos del mar Ártico.[/size]



Lo que vais a leer a continuación nunca
ocurrió.


Los nombres que aparecen en este relato son
reales y se corresponden con los puestos que ocupaban en aquellas fechas.



-------------------------------------------------





26 de noviembre de 1943. Atlántico norte.
Latitud 73º. Longitud 21º. 1205 horas.



El convoy se enfrentaba penosamente al
embravecido mar que atacaba a las 26 naves bamboleándolas a su capricho. Los puentes y
cubiertas aparecían desiertos de hombres, empeñados éstos en defender sus ya maltrechos
huesos de las olas que barrían las zonas descubiertas de las naves, llevándose por
delante todo lo que encontraran precariamente trincado. Dentro de los buques que surcaban
tan trabajosamente aquellas aguas llenas de peligrosa furia, los hombres procuraban
mantenerse secos y calientes mientras en las cofas y puentes altos, los serviolas, los
únicos hombres al descubierto, trataban de otear el horizonte con sus prismáticos
especiales, prestos a detectar cualquier intruso y dar la voz de alarma, ya que además de
los elementos naturales aquellos hombres tenían otro enemigo aún más temible: la
guerra. Empapados, calados hasta los huesos y tiritando de frío, aquellos marineros
estaban sin embargo contentos: con aquel tiempo infernal no había que temer el ataque de
las temibles "manadas de lobos". Los sumergibles que Alemania enviaba contra el
tráfico mercante aliado y que apenas un año antes habían estado a punto de provocar la
rendición de la Gran Bretaña.



Pero eso había sido un año atrás. Demasiado
tiempo. Tiempo en el que Gran Bretaña tuvo que resistir sola a Alemania. Tiempo lejano
aquel que se veía roto por la amenazadora presencia de las naves de los Estados Unidos en
aquellas aguas. Ahora Gran Bretaña no estaba sola. Ahora Alemania tenía un nuevo enemigo
enormemente poderoso. Ahora la Armada norteamericana velaba por la seguridad de aquellas
naves mercantes que tan valientemente cruzaban esas aguas malditas una y otra vez,
estableciendo un vital cordón umbilical que había posibilitado la resistencia de Gran
Bretaña y ahora posibilitaba la reconquista de la Europa en manos alemanas. Aquellas
naves repletas de suministros que se dirigían a los puertos de Rusia posibilitaban la
resistencia soviética ante los alemanes. Aquellos miles de carros, aviones, camiones,
locomotoras mantenían funcionando a la Rusia soviética y ocupados a millones de soldados
alemanes lejos del canal de la Mancha. Por eso aquellos marineros sacrificaban sus vidas
manteniendo el tráfico vital para la causa aliada.



Unas treinta millas al sur de las líneas de
naves que formaban el lento convoy navegaban en medio de una tormenta de nieve las naves
de la escolta indirecta cuya misión era permanecer siempre en un punto equidistante entre
el convoy y una posible amenaza naval de superficie que partiera de la costa noruega en
poder alemán. La escolta indirecta estaba formada por una poderosa agrupación naval bajo
mando británico que en aquel momento comprendía dos modernos acorazados: el Howe
británico y el Iowa norteamericano, dos cruceros pesados y un crucero ligero británicos
y siete destructores, dos de ellos norteamericanos. Una poderosa escuadra que sin embargo
oteaba el grisáceo horizonte con no poca preocupación en busca de un enemigo al que
temían y cuyo nombre estaba enmarcado en una aureola casi mítica.





---------------------------------


El vicealmirante sir Bruce Austin Fraser volvió
a leer una vez más el mensaje que el oficial de comunicaciones le había entregado una
hora antes. El puente del acorazado HMS Howe permanecía silencioso.



UNA HISTORIA Av_n_ad_howe_01


Pero si silenciosa era la atmósfera, no lo era
el ambiente. Los hombres que observaban al almirante leer y releer aquel papel tenían
todos sus pensamientos puestos en él. Y él, el almirante en jefe de la Home Fleet
británica, que apenas semanas antes había declinado ser ascendido al Almirantazgo porque
ello hubiera supuesto ser encerrado en un despacho londinense, volvió a mover la cabeza
de un lado a otro.



Toda aquella misión se le escapaba de las manos
sin que pudiera evitarlo. Un convoy en ruta hacia los puertos árticos rusos que de
repente pierde toda su protección aérea y sobre el que no sólo se cierne la amenaza de
la aviación y los submarinos alemanes... Ahora el Tirpitz también. Aquella odiada nave
gemela del maldito Bismarck, el asesino del Hood al que sólo mediante un golpe de fortuna
habían conseguido hundir dos años antes tras una cacería en la que participó la mitad
de la Royal Navy. Malos presagios, sin duda. Y para acabar de rematar aquella misión
estaba el mensaje enviado por el Almirantazgo. "Imprescindible convoy llegue a puerto
ruso. Todas demás consideraciones son secundarias. Repito. Todas demás consideraciones
son secundarias". La inspiración de Churchill era bien clara. Stalin había
presionado tanto que Churchill, una vez más, se había plegado ante sus exigencias.
¿Qué hubiera pasado si todos los suministros enviados a los rusos a principios de 1942
se hubieran enviado a África? Sin duda Gran Bretaña no hubiera tenido que soportar las
humillaciones que el maldito Rommel y su puñado de tanques inflingió al VIII Ejército
británico. La misma pregunta se la hacían desde los mariscales hasta los cocineros de
todo el ejército, pero Churchill no admitía discusiones. Había que ayudar a Rusia a
cualquier precio, aunque ello significara mantener a la Home Fleet escoltando buques
cargados de camiones mientras los japoneses y los norteamericanos luchaban en el inmenso
Pacífico sin presencia británica. Aquello era muy doloroso para los marinos británicos,
especialmente tras los desastres de su flota en extremo Oriente a manos de los japoneses.
Pero las órdenes estaban bien claras y Fraser, que esperaba la oportunidad de toparse con
el Tirpitz para enviarlo al fondo de una vez, se veía ahora atado de pies y manos por
aquella orden estúpida nacida en un bien caldeado despacho de Whitehall. El temible
Tirpitz había salido de su guarida, pero él debía mantenerse pegado al convoy para
garantizar que aquellos preciosos camiones llegaran a Rusia mientras el acorazado alemán
acechaba desde la oscuridad de aquel mar helado cuya frialdad se antojó a Fraser aún
más terrible...

FIN PARTE 1

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Mensaje  Invitado Dom Feb 01 2009, 20:17

PARTE 2


---------------------------------


El capitán de navío John L. McCrea se
levantó despacio de su silla elevad



UNA HISTORIA Av_n_ad_iowa_05


La silla era incómoda porque era nueva. No
tenía la comodidad que tienen las sillas de mando de una nave curtida por los temporales
y los traseros de varios capitanes. La madera de aquella silla estaba inmaculadamente
pulcra y casi daba pena posar las sudorosas palmas de las manos sobre los barnizados
reposabrazos. Demasiado nueva, pensó McCrea mientras paseaba su cansada vista por aquel
puente reluciente. Ni un rastro de óxido, ni un parche mal remachado en las paredes, ni
restos de distintas capas de pintura. Aquella era una nave nueva que prácticamente
acababa de dejar los astilleros. McCrea se había hecho cargo del mando del Iowa el 9 de
julio, apenas unos días después, el 27 de agosto, la formidable nave había finalizado
su alistamiento. ¡Qué magnífica nave era aquella! exceptuando los dos monstruos
japoneses, los gigantescos Yamato, todos afirmaban que la suya era la nave más poderosa
del mundo, con sus 55.000 toneladas a carga estándar, sus 9 cañones de 406 mm y sus 33
nudos de velocidad máxima aquella nave había otorgado a los Estados Unidos la
supremacía en la construcción naval. El Iowa podía enfrentarse a cualquier acorazado,
con excepción de aquellos malditos Yamato, seguro de poder aguantar cualquier castigo
gracias a su formidable blindaje y de descargar su réplica mortal centrada desde la
primera salva gracias a sus equipos de radar sin igual en el mundo. Eso era lo que los
casi 3.000 hombres que hacían funcionar aquel monstruo de acero creían ciegamente, y
eso, pensó McCrea, era bueno. Casi lo único bueno de aquella misión, la primera que el
Iowa emprendía escoltando los convoyes árticos y que había comenzado con el
contralmirante jefe de la agrupación norteamericana de baja por apendicitis apenas dos
horas antes de aparejar. Y para colmo, sin protección aérea, puesto que el Victorious
que debía acompañarles había sido torpedeado veinte horas antes y ahora se retiraba a
duras penas a puerto acompañado de dos valiosos destructores. Malos presagios.[/size]



[size=9]No es que él tuviera dudas sobre su nave.
Aquel acorazado montaba el armamento más poderoso de todo Occidente y una protección muy
moderna y perfectamente equilibrada, además del más poderoso aparato motor jamás
instalado a bordo de nave alguna con 220.000 HP de potencia. Era una nave moderna,
diseñada para aquel tipo extraño de combate en el que la guerra naval moderna había
degenerado, donde la más peligrosa amenaza ya no aparecía tras el horizonte disparando
salvas, sino que se ocultaba en las profundidades del mar o en lo alto de los cielos,
presta a soltar sus bombas o lanzar sus torpedos. Y aquella magnífica nave había sido
diseñada precisamente para eso, para poder encajar ese tipo de golpes mejor que cualquier
otra... exceptuando, claro, a aquellas dos infernales naves niponas a las que por nada del
mundo hubiera querido enfrentar. McCrea no lamentó ser enviado al Atlántico Norte para
desempeñar aquellas aburridas tareas de escolta de convoyes en los que las emociones se
reducían a los mensajes de las naves mercantes, invisibles para ellos, que lanzaban
pidiendo ayuda al ser atacados por aquellas manadas negras de bestias de acero que se
lanzaban contra los mercantes aprovechando la noche o los torpedos y bombas que los
aviones lanzaban con escalofriante puntualidad. No envidiaba el trabajo de los
destructores de escolta, la verdad.


McCrea estaba cansado. El estado de la mar no
era como para poder descansar plácidamente, y aunque en un par de ocasiones se había
retirado a su camarote de mar junto al puente de mando, no había tardado en volver,
incapaz de conciliar el sueño ni por unos minutos. La tensión se palpaba en la nave de
quilla a perilla tan sólo unas horas después de la alarma que a las 0200 había lanzado
a todos los hombres a sus puestos de combate. Un contacto radar esporádicamente señalado
23 millas al sur había sido punteado por uno de los cruceros ligeros. Y unos minutos
después, uno de los seviolas había creído ver entre las sombras de la gélida noche la
enorme masa negruzca de "un buque de batalla". El capitán norteamericano
frunció su curtido ceño de marino reprimiendo una exclamación de furia al volver a
recordar, una vez más, el momento en el que el oficial de comunicaciones llegaba al
puente jadeando para entregarle un mensaje urgente llegado del Howe en el que se leían
unas palabras que se habían grabado para siempre en la mente de McCrea: "Londres
informa. Tirpitz en alta mar. Repito. Tirpitz en alta mar". ¡Una noche para no
olvidar! De los confusos mensajes enviados al Howe por el Almirantazgo británica podía
deducirse que la exploración aérea había detectado la salida del Tirpitz de uno de sus
escondrijos habituales en los recortados fiordos noruegos. ¿Pero cuándo había
aparejado? ¿Qué rumbo y velocidad? ¿Cuántas naves lo escoltaban? Se preguntaban los
preocupados marinos a bordo de aquellas naves. El Tirpitz. Un nombre capaz de provocar una
punzada de temor en cualquier marino del Mundo. El poderoso gemelo del Bismarck... y el
Tirpitz era aún más peligroso que el Bismarck. Más moderno, mejor preparado. Esa era la
razón por la que la Royal Navy había pedido la presencia del Iowa en aquellas aguas,
porque en la mente de todos estaba el combate del estrecho de Dinamarca en el que el
Bismarck apenas en seis minutos había hundido al Hood y forzado a la huída a toda
máquina del Prince of Wales, buque gemelo de aquel Howe que abría la marcha de la
escolta indirecta. El segundo comandante del Iowa despegó los negros prismáticos con los
que desde la amanecida escrutaba el horizonte de sus ojos enrojecidos y se volvió para
mirar a su capitán. En sus ojos también se leían el cansancio y la preocupación que
atenazaban a todos los hombres desde que el rumor de la presencia del gigante alemán
había recorrido la nave desde las cofas hasta las sentinas.



-¿Por dónde demonios puede andar ese maldito
alemán? -murmuró entre dientes.



-Por cualquier sitio -respondió el capitán
aliviado de poder hablar y romper el tétrico silencio que se había apoderado del puente
en los últimos minutos-, detrás de ese frente tormentoso en el que no puede penetrar ni
el radar, o más al este probablemente... si es que de verdad está en alta mar.


-Pero si ha arrumbado al norte tras el
avistamiento, moviéndose a veinte nudos puede habernos pasado por popa y encontrarse
ahora entre nosotros y el convoy.


McCrea negó con la cabeza. Todos los hombres
del puente estaban pendientes de sus palabras. Incluso el joven timonel volvió la cabeza
con la preocupación dibujada en el rostro.

FIN PARTE 2

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Mensaje  Invitado Dom Feb 01 2009, 20:20

PARTE 3


-No lo creo -respondió agitando la cerilla
para apagarla-. El Tirpitz no puede haber llegado tan pronto aquí, ningún marino está
lo bastante loco como para mantener una nave a veinte nudos en una borrasca como la que
hemos pasado. Apuesto mi retiro a que ese inglés no vio más que su miedo reflejado en el
agua. El contacto de radar, si es que no fue un falso eco, no se corresponde con ese
pretendido avistamiento. Hágame caso, nuestros primos ingleses están obsesionados con
esa táctica de la "manada de lobos" que emplean los submarinos alemanes, pero
es imposible que una nave como el Tirpitz se dedique a seguir a un convoy de día para
infiltrarse entre sus filas de noche y atacarle al cañón.



-Pero seguro que nuestro joven e inexperto

FIN PARTE 3
timonel está pensando que el Tirpitz monta torpedos, señor -apuntó su segundo con su
típica y reconfortante sonrisa irónica mientras guiñaba un ojo.


-Si -respondió McCrea jovialmente-, pero los
torpedos en un acorazado de 250 metros de eslora como el Tirpitz no sirven de mucho. ¿Se
imaginan cómo demonios íbamos nosotros a poder torpedear un convoy introduciendo esta
mole de acero entre sus filas en plena oscuridad? ¡eso sólo puede hacerlo un submarino!
Si el Tirpitz ataca a un convoy lo hará de día y al cañón.



El segundo comandante sonrió. McCrea era un
viejo lobo de mar curtido. Todos a bordo del Iowa confiaban en él, en su experiencia y en
sus nervios de acero, templados escoltando convoyes durante la I Guerra Mundial a bordo de
los antiguos contratorpederos, y la breve conversación entre el comandante y su
segundo había surtido el esperado efecto de relajar el ambiente en un puente de
navegación demasiado tenso durante demasiadas horas.


-Y si ese loco alemán se atreve a salirnos al
paso -finalizó McCrea alzando la voz- irá a hacerle compañía al Bismarck, pero esta
vez seremos nosotros los que nos apuntaremos el tanto. ¡Nuestros cañones de 16 pulgadas
se encargarán de convertirnos a todos en héroes americanos y nos pasearán por la Quinta
Avenida en descapotables!.



Los hombres rieron relajados, pero ello no
contribuyó a aliviar la tensión interna de McCrea cuya mente no podía apartarse de las
preguntas que le rondaban una y otra vez. ¿Cómo era posible que una nave gigantesca como
el Tirpitz hubiera logrado escabullirse así? ¿Dónde quedaban las redondas frases de los
ingleses asegurando que el acorazado alemán estaba "perfectamente localizado"?
Bien, si atacaba al convoy tendría enfrente a toda una escuadra dispuesta a mandarlo al
fondo. Esta vez no tendría escapatoria. Y esta vez no se cometerían los errores que se
cometieron cuando el Bismarck hundió al Hood y obligó a huir al Prince of Wales. No.
Esta vez entre el Howe y el Iowa le machacarían hasta mandarlo al fondo. Y por encima de
todo, esta vez no ocurriría lo de un año antes, cuando el acorazado germano se paseó
por el Ártico sin que la escuadra británica ni los ataques de los aviones torpederos
embarcados impidieran su vuelta a la madriguera. Esta vez él y el Iowa estaban allí para
impedirlo.


Un teléfono sonó cortando sus pensamientos.
El cabo de órdenes lo cogió y lo tendió al capitán.



-Sala de radio a puente de mando -rugió una
voz al otro lado-, mensaje del Howe, señor.



-Aquí el capitán, léamelo.


-De vicealmirante Fraser a capitán navío
McCrea. Contacto visual confirmado a 47 millas de nuestra posición. Crucero pesado clase
Admiral Hipper o crucero de batalla y cuatro destructores dirigiéndose rápidamente rumbo
este-noreste. Me destaco para cortar derrota enemigo con dos cruceros y tres destructores.
Continúe aproximación a convoy según órdenes. Buena suerte.


McCrea rechinó los dientes. El almirante
inglés le había ordenado situarse muy distanciado por popa para cubrir mayor distancia y
el resultado era que la comunicación entre ambos acorazados no podía hacerse ni por
banderas debido a la oscuridad ártica ni por semáforo por la excesiva distancia,
teniendo que emplear la delatora radio. Un crucero pesado alemán. Nada claro,
porque los alemanes habían construido todas sus naves mayores con la misma línea de
superestructuras. Todos ellos se parecían como si fueran uno solo y McCrea recordaba que
el Hood había confundido hasta el último momento al Prinz Eugen con el Bismarck,
disparando sus cañones, malgastando sus salvas contra el crucero germano, y sabía que en
la oscuridad de la larga amanecida ártica, a esas distancias y con una mar encrespada, un
crucero y un acorazado alemanes parecían idénticos. Y ahora él tenía que forzar
máquinas y virar rumbo norte para acortar distancias mientras el Howe arrumbaba al sur en
busca de esa nave. Lo que le mantendría entre el convoy y Fraser, listo para ir en
auxilio de cualquiera de los dos pero alejado de ambos. Bueno, pensó, los ingleses saben
lo que hacen, pero el resultado es que nuestra fuerza ha quedado dividida y cada vez más
lejos cada parte de la otra. Sabía que los alemanes siempre concentraban sus fuerzas
debido a su inferioridad numérica, pero ¿Y si hubieran cambiado de táctica? ¿Y si
aquel crucero avistado fuera un señuelo para dividir sus fuerzas? Los británicos no lo
creían así. Parecía que Fraser pensaba que la salida del Tirpitz era una distracción
para que el Hipper pudiera llegar hasta el convoy. Los alemanes ya lo habían intentado
otras dos veces antes de la misma manera y todo el mundo sabía que los alemanes eran
seres tozudos y constantes. Pero ¿Y si la nave avistada era el Tirpitz? McCrea pensó en
el Howe enfrentándose en solitario al acorazado alemán y tragó saliva.


-Esto no me gusta nada -carraspeó el segundo
comandante-, con el Tirpitz por ahí fuera y nosotros aquí, cada uno por su lado. El
almirantazgo está convencido de que el Tirpitz tiene órdenes directas de Hitler de
retirarse si se topa con un acorazado, pero también estaba convencido de que estaba
durmiéndola en un fiordo... lo dicho, capitán, esto no me gusta.


-A mí tampoco -contestó McCrea-. Si el Howe
intercepta un crucero, un crucero de batalla o un acorazado de bolsillo Fraser se
convertirá en un héroe, hace dos meses rechazó un ascenso porque quiere seguir al mando
de la flota y está ansioso de marcar la muesca del Tirptiz en su cinturón... pero si se
topa con él sin ayuda es otro cantar. Requerirá inmediatamente nuestra presencia, con lo
que dejaremos indefenso al convoy para que pueda ser atacado por otras naves alemanas, y
si en verdad resulta ser un solitario crucero pueden enzarzarse en una persecución
dejando un hueco por el que toda la maldita marina alemana en formación de revista
podría pasar varias veces. ¡Daría lo que fuera por disponer de exploración aérea!
Esta misión se está complicando a cada minuto.



-Debería haber dejado a los cruceros ocuparse
del avistamiento -murmuró el oficial de navegación oteando nerviosamente el negro
horizonte con sus prismáticos-... eso es lo que debería haber hecho.

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Mensaje  Invitado Dom Feb 01 2009, 20:23

PARTE 4


14:15 horas.





Los aviones torpederos alemanes habían
llegado en dos oledas perfectamente sincronizadas. El radar, ese fiel compañero metálico
les había detectado a 27 millas y cuando llegaron, las baterías antiaéreas ya les
estaban esperando. El Iowa desplegó el fabuloso potencial antiaéreo de sus 20 cañones
de 127 mm y 80 de 40 mm dirigidos por radar para formar una barrera de metralla
impenetrable, pero los bimotores Heinkel He-111 no se acercaron a él. Aprovechando la
débil luz del amanecer ártico se fueron directamente a por los cruceros británicos y el
resultado fue que, aunque derribaron a cuatro aviones, el crucero pesado británico fue
alcanzado por un torpedo en la aleta de babor, allí donde no tenía cintura acorazada que
pudiera absorber parte del impacto. Una brecha de ocho metros en el casco, cuatro
compartimientos inundados, averías en las calderas y la velocidad reducida a 5
patéticos nudos al menos durante dos horas precisamente en aquellas aguas infestadas de
submarinos alemanes. Dos destructores quedaron dando vueltas alrededor del herido crucero
para protegerle hasta que hubiera reparado sus averías mientras McCrea, con los dos
destructores norteamericanos arrumbaba directamente al este-noreste para acortar
distancias con el convoy de una vez.



El teléfono volvió a sonar. McCrea se
abalanzó sobre él.


-Aquí el capitán.

-Puente, aquí el CIC, tenemos un contacto
radar 18 millas al oeste-suroeste.


McCrea se sobresaltó.


-¿Cúal es la posición del Howe? -preguntó.

-El Howe y su grupo están 43 millas
este-sureste, señor- contestó el oficial de navegación consultando nerviosamente sus
cartas.


McCrea colgó el teléfono y clavó sus ojos
en su primer oficial.


-Tenemos visita.


Las vibraciones que produjeron las máquinas
del Iowa al aumentar la velocidad a 25 nudos se extendieron por toda la nave, transmitidas
por las casi 60.000 toneladas de acero. La mar se había calmado bastante en las dos
últimas horas, pero ello no era un buen presagio para los hombres del Iowa que oteaban el
grisáceo horizonte sin pestañear mientras su nave cabeceaba contra las olas. El Iowa
había sido diseñado para alcanzar grandes velocidades en aguas tranquilas, no para
enfrentarse a una mar embravecida, pensó el capitán McCrea mientras ordenaba a uno de
sus destructores que arrumbara rápidamente hacia el contacto para identificarlo. El veloz
destructor viró a estribor, meciéndose peligrosamente entre las olas, directo hacia el
punto luminoso que se señalaba nítidamente en
su pantalla de radar. La mortecina luz del amanecer ártico limitaba la
visibilidad a 5 millas, apenas 10 kilómetros. Con 10 metros más de eslora que el
Tirpitz, el Iowa tenía sin embargo 3 metros menos de manga lo que era una ventaja para el
ze=9]T[/size][size=9]irpitz al proporcionarle mayor estabilidad en aquellas aguas. La
forma de la proa del Iowa, muy afinada para ofrecer menor resistencia hidrodinámica a
alta velocidad, se clavaba literalmente en el agua tras cada remontada de cresta, con lo
que la resistencia al avance era mayor.



-Póngame en contacto directo con el capitán
de ese destructor -rugió McCrea a su oficial de comunicaciones-, no quiero perder tiempo
crifrando y descifrando mensajes.


Tras unos minutos convertidos para los hombres
del Iowa en días, el destructor comunicó con el acorazado.


-Aquí McCrea, ¿qué es lo que ve?, cambio.

El interfono zumbó en los oídos de todos los
marinos del puente.


-Aquí Ellis, señor. Contacto visual
confirmado. Tres destructores alemanes... ¡Me están disparando! ¡Rápido, timón
todo a babor!.



-Capitán -intervino el segundo comandante-,
los destructores alemanes montan piezas de 150 mm.


-McCrea a Ellis, ¡salga de ahí
rápidamente!, ya sabe lo que tiene que hacer.


Si, el capitán de fragata Ellis sabía lo que
tenía que hacer: atraer hacia el Iowa a los destructores alemanes. McCrea sintió como la
adrenalina se le disparaba hasta la punta de sus cortos cabellos. Tragó saliva y se
irguió militarmente


-Traspasen los controles de la nave al puente
de mando acorazado. Zafarrancho de combate.

FIN PARTE 4

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Mensaje  Invitado Lun Feb 02 2009, 23:49

PARTE 5

---------------------------


El capitán de navío Hans Meyer tenía los
ojos pegados a uno de los periscopios del puente de mando acorazado del Tirpitz.



UNA HISTORIA Av_n_ad_tirpitz_03


Aún no llevaba un mes como capitán del
acorazado y su sueño se había cumplido: tenía la oportunidad de llevar a su nave por
fin al combate y vengar al Bismarck.



-Está confirmado -anunció su segundo, el
también capitán de navío Heinz Assmann tras colgar el teléfono-, un destructor
norteamericano. Ha virado 180º en cuanto nuestros destructores le han atacado. Se retira
a toda máquina.



Meyer despegó los ojos de los visores y se
acercó a Assmann.



-Póngame con el almirante.


El vicealmirante Oscar Kummetz tomó el negro
auricular que le tendía su ayudante en el puente alto destinado al almirante y su estado
mayor.



-Acabo de ordenar a nuestros tres destructores
de cabeza que persigan al enemigo -explicó el almirante a Meyer-, así evitaremos que
establezcan un puente de radar con el acorazado norteamericano. Temo más a su radar que a
sus cañones, torpedos y aviones juntos.


Meyer asintió lentamente mientras sostenía
el teléfono negro.



-Según el Grupo Norte nos ha comunicado,
nuestros aviones indican que el Iowa nos corta el paso al convoy.



-Y es tres nudos más rápido que nosotros
según Inteligencia -respondió Meyer.



Kummetz volvió la vista hacia su jefe de
estado mayor que jugueteaba nerviosamente con un compás junto a la mesa de mapas.


-Si viramos -respondió éste a la muda
pregunta del almirante- se nos echará encima y no podremos despegarnos de su radar, y
mientras tanto el acorazado inglés arrumbará al norte para cortarnos el paso. En dos
horas podría estar aquí. El oficial de meteorología anuncia tiempo despejado durante
las próximas siete horas, así que hagamos lo que hagamos tendremos que salir de aquí
combatiendo -contestó el oficial a la silenciosa pregunta del almirante.



Meyer apretaba el teléfono con todos los ojos
puestos en él. Ahora era el almirante el que tenía la última palabra. Los segundos de
silencio le incitaron a decir algo, pero no abrió la boca. Por fin oyó la pesada
respiración del almirante Oscar Kummetz, un experimentado marino que había puesto todas
sus esperanzas en aquel plan nacido del exacto conocimiento por parte del servicio secreto
alemán de la salida del convoy y la composición de sus fuerzas de escolta. Aquella era
una formidable oportunidad de asestar un duro golpe a la cadena de suministros aliados que
tanto daño estaban haciendo al esfuerzo militar germano. Hitler había sido muy claro: el
Tirpitz era demasiado valioso para exponerlo a un combate si no era contra fuerzas
similares, y el Gran Almirante Erich Raeder, el viejo zorro, había conseguido que Fraser
se tragara el cebo tendido por el crucero Admiral Hipper. Ahora eran uno contra uno y
Raeder había sido muy claro al respecto: si la Kriegsmarine tenía que sucumbir no sería
escondida en los fiordos bombardeada por la aviación británica.



-Bien, Meyer. Si no podemos rehuír el
combate... Todo suyo. Vamos a por el Iowa. Vamos a bajar al puente acorazado.

FIN PARTE 5

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Mensaje  Invitado Lun Feb 02 2009, 23:55

PARTE 6



Meyer sintió una punzada de entusiasmo que le
recorrió todo el cuerpo. Se cuadró militarmente y soltó un "A la orden" que
electrizó a los presentes. Con el teléfono aún en la mano se volvió hacia el joven
timonel que aferraba el brillante volante de acero con toda su fuerza.


-Timonel, mantenga rumbo de gobierno al 15º
verdadero. Aumentar a 25 nudos.


Colgó el teléfono y lo volvió a descolgar
para comunicar con el capitán de fragata Paul Steinbichler, ingeniero jefe de la nave.



-Steinbichler, aquí el capitán, mantenga
esas calderas a máxima presión, necesitamos toda la potencia disponible para cerrar
distancias con ese acorazado lo más rápidamente posible. Toda la potencia que podamos
reunir será poca.



El siguiente en recibir su llamada fue el
capitán de corbeta Robert Weber, director de tiro del Tirpitz.


-Necesito centrarlo al cañón lo antes
posible, señor -respondió Weber-, si conseguimos cerrar distancias a unos 10.000 metros
le aseguro que no se nos escapará. Los radiotelémetros están a punto. Sistemas de
control de tiro, municionamiento y artillería listos para el combate.



El oficial de navegación, capitán de corbeta
Kuno Schmidt, que cumplía su primera misión en el Tirpitz, no apartaba la vista de la
mesa de cartas ni para pestañear. Sobre los mapas náuticos tenía cuidadosamente
punteadas las derrotas que el Admiral Hipper, el crucero pesado utilizado como señuelo,
había seguido para apartar al Howe del camino del Tirpitz. El plan del Gran Almirante
Raeder era apartar al Iowa pero el almirante británico se había lanzado hacia el sur
dejando al Iowa, mucho más poderoso y rápido entre el Tirpitz y el convoy.



-¡Almirante en el puente de mando! -gritó un
marinero al ver a Kummetz abrir él mismo la pesada puerta estanca y entrar con dos de sus
oficiales de estado mayor en la seguridad del puente acorazado.


El puente de mando acorazado del Tirpitz era
una auténtica caja acorazada protegida por planchas especiales de acero Krupp de 35
centímetros de espesor y toda la visión que los hombres que lo ocupaban tenían del
exterior era a través de los periscopios blindados, todos ellos ocupados por hombres
tensos. El capitán de navío Assmann cotejó rápidamente las cartas con el oficial de
navegación Schmidt.


- No podrán reforzarle -comentó Kummetz-, no
les dará tiempo. Esto va a ser entre ellos y nosotros porque esos dos destructores no van
a poder hacer nada con la mar en estas condiciones.


-Tenemos que cerrar distancias rápidamente
para impedir que nos mantenga a su máxima distancia de tiro -respondió Meyer-. Sus
cañones tienen mayor alcance que los nuestros, pero en cuanto nos acerquemos estaremos a
cara de perro. Schmidt, necesito un rumbo de aproximación al enemigo que no nos separe
del convoy, no levante la vista de la brújula. ¡A toda máquina!



FIN PARTE 6


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Mensaje  Invitado Lun Feb 02 2009, 23:57

PARTE 7



El telégrafo de órdenes tintineó atrayendo
la atención del capitán de fragata Paul Steinbichler. Primero, las manijas giraron hacia
la posición neutra y después volvieron a hacerlo hasta la que indicaba máxima potencia.
En cuestión de segundos, los maquinistas abrieron las llaves de alimentación de los
conductos de combustible y las calderas del Tirpitz recibieron un torrente de negro
combustible que convirtieron en vapor y que a su vez las máquinas convirtieron en 28
nudos de velocidad, ya que el estado del mar impedía llegar a los 30,8 de los que era
capaz el acorazado alemán. El Tirpitz salió disparado contra las olas sobre las que
cabalgaba con la seguridad y firmeza que le proporcionaban sus 36 metros de manga.



-Mientras estén a máxima distancia tendrán
la ventaja -comentó Assmann-, parece que sus radares de tiro reciben los ecos de los
piques y pueden corregirlo con toda precisión. Nuestros radiotelémetros no van a
servirnos de mucho ahora. Hasta que no cerremos distancias estaremos ciegos y seremos
vulnerables.



Meyer volvió a pegar los ojos al periscopio.
Consultó su reloj de pulsera, eran las 1430 y la amanecida ártica estaba en su plenitud,
aunque la luz no fuera más viva que la del atardecer final en Hamburgo con una
visibilidad de apenas 8 millas (15 kilómetros). La nave norteamericana tenía nueve
poderosos cañones de 406 mm con mayor alcance que los ocho de 380 mm de su nave, si el
Iowa se mantenía a una distancia a la que el Tirpitz no pudiera responder aquello podría
ser lo más parecido a una ejecución. Cierto era que a esas distancias de más de 20
kilómetros no era demasiado probable recibir un proyectil, pero el recuerdo del Bismarck
era demasiado poderoso como para desdeñar los efectos de un "impacto
afortunado". A aquellas enormes distancias, el Iowa tenía la ventaja de sus 127 mm
de acero en la cubierta protectora frente a los 100 del Tirpitz, pero conforme se
acortaran las distancias y los proyectiles llegaran más rasos el Tirpitz contaría con su
cubierta curva de 120 mm que cerraba por debajo de la cintura vertical de 320 mm lo que
sumaba 440 mm de acero. Mejor protección a esas distancias que los 329 mm de la cintura
inclinada hacia la quilla del Iowa. Aquel sería un combate que los alemanes tendrían que
igualar acercándose lo más posible al enemigo. Cada metro ganado al acorazado
norteamericano les acercaría más a la igualdad táctica.



-Los norteamericanos lo han presentado como el
acorazado definitivo, pero no es más que un South Dakota alargado y más veloz -afirmó
convencido Kummetz-. Tenemos una buena oportunidad y sólo tenemos que jugar bien nuestras
bazas para demostrarles a esos entrometidos yanquis cómo fabricamos los alemanes nuestras
naves.



FIN PARTE 7


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:45

PARTE 8


-Vamos a ver lo buenos que son sus radares de
tiro... -murmuró Assmann con la vista clavada en los instrumentos de navegación.



Durante unos segundos que se tornaron años
para los marinos alemanes, el silencio se apoderó del puente de mando acorazado, de
repente, nueve gigantescos piques de agua coloreada de amarillo surgieron de repente a
quinientos metros a estribor por la proa del Tirpitz. Los norteamericanos, al igual que
los japoneses, utilizaban colorantes para poder distinguir cuáles eran los piques de cada
nave.



-No está mal para ser la primera- Murmuró
Assmann.


-¡Cinco grados a babor! -rugió Meyer-.
Mantengan velocidad.



-¡Almirante! ¡Mensaje del capitan Johansen! -anunció el oficial de comunicaciones. -Su
radiotelémetro capta una nave por detrás del destructor que persigue, parece el Iowa.



-El Iowa se acerca virando en dirección oeste
-anunció el capitán de corbeta Kuno Schmidt tras consultar rápidamente sus cartas.


-Los ingleses les han enseñado bien la
lección del Hood- respondió Kummetz-, nos presentan la banda para disponer del fuego de
todas sus piezas.


-Armamento listo para abrir fuego- anunció
por el interfono Weber desde su puesto de director de tiro en la cofa-, pero no tengo
blanco aún.


El Iowa no disparaba sus gigantescas piezas a
ciegas, el ojo metálico del radar dirigía su fuego con toda precisión, pero el destructor propio y los tres contrapartes germanos que se movían justo por
delante dificultaban la recepción del eco. El capitán de fragata Johansen, co
mandante
de la flotilla de destructores de escolta se mantenía hábilmente por delante del Tirpitz
con sus cuatro destructores separados por intervalos de doscientos cincuenta metros. Era
muy arriesgado, pero sabía que el Iowa no se arriesgaría a malgastar sus salvas en
atacarles a ellos mientras pudiera disparar contra el acorazado alemán para mantener la
superioridad artillera que sólo un loco perdería por atacar a unos destructores.



De nuevo, nueve enormes piques de agua
coloreada de amarillo brotaron violentamente a tan sólo cincuenta metros a popa del
Tirpitz.



-¡Timón treinta grados a estribor!


Gritó el capitán Meyer sobresaltado por la
certera y mortífera precisión del tiro norteamericano. Volvió la vista hacia Assmann y
éste asintió imperceptiblemente, los radares de tiro norteamericanos eran mucho mejores
de lo que el servicio secreto alemán les había informado.



-Enderece rumbo, timonel, pero no vuelva al
15º verdadero, mantenga al 12º.


Meyer sabía lo que se hacía. No estaba allí
por casualidad. El Tirpitz podría descentrarse de las salvas virando tras cada disparo
del Iowa, pero tenían que continuar rumbo este-nordeste para dar la impresión al Iowa de
ir tras el convoy, lo que obligaría al norteamericano a cerrar distancias para cortarles
el paso. Sabía que ningún marino permitiría dejar indefenso el convoy por conservar la
ventaja táctica, y si se sumaban entonces las velocidades relativas del Iowa y el Tirpitz
la distancia entre ambos decrecería proporcionalmente. Era la única posibilidad del
Tirpitz de acercarse a su rival y equilibrar el combate.



FIN PARTE 8


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:46

PARTE 9


-¡Capitán, el radiotelémetro capta una
señal débil tras las de los destructores, a 13 millas este-nordeste.


-¡Almirante, el capitán de fragata Johansen informa del avistamiento de otro destructor
norteamericano!



Kummetz inspiró lentamente. El comandante del
Iowa era bueno, no cabía duda, pero la celada preparada por Raeder había surtido efecto,
el norteamericano no podía dejar que el Tirpitz cayera sobre el convoy aunque ello
significara perder la oportunidad de destruirle sin que ellos pudieran siquiera responder
al fuego.



-¡Cuidado a estribor!


La tercera salva norteamericana cayó a pocos
metros de la nave, enfilada por la banda de estribor a la altura de la sección XIII. Los
gigantescos proyectiles de más de 1.200 kg. del Iowa lanzaron sobre la nave toneladas de
agua y cascotes de metralla que causaron dos muertos, tres heridos y daños menores en las
superestructuras. Las bordas fueron sacudidas por los impactos, pero la cintura acorazada
y el blindaje de batería que protegían el casco detuvieron sin problemas aquel alud de
trozos de acero.



-Cada vez más cerca -comentó Assmann sin
dejar de mirar la carta de navegación.



-Un poco más -murmuró Meyer con la vista
clavada en el periscopio-. Sólo un poco más cerca para que podamos verte la cara,
maldito monstruo...



Sobre cubierta, los trozos de reparaciones
formados por hombres adscritos a las secciones de combate inspeccionaron las bordas de la
nave. Los únicos daño visibles eran los desconchones en la pintura allí donde la
metralla había rebotado contra el blindaje. Inmediatamente se procedió a la evacuación
de los heridos y los cadáveres de los marineros caídos.



-Mensaje de Johansen, almirante.
Nos da la posición del Iowa e informa que se mantiene fuera del alcance de su artillería
de 127 mm. Está combatiendo contra los destructores a los que no deja acercarse, parece
que se preparan para atacarle con torpedos.



FIN PARTE 9


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:48

PARTE 10


-¡Buen marino! -bramó Meyer-. Ellos tienen
destructores equipados con su maravilloso radar, pero nosotros tenemos destructores
armados con cañones de 150 mm. Un bocado demasiado indigesto para nuestros amigos
yanquis. ¡Torpedos a esa distancia y con esta mar! ¡están locos!



La cuarta salva llegó portadora de muerte y
destrucción provocada por el impacto directo de dos granadas certeramente dirigidas por
el radar de tiro del Iowa. El primero de los proyectiles norteamericanos impactó
directamente contra la torre antiaérea de 105 mm. de la sección babor-XIII. Ocho hombres
murieron instantáneamente por el estallido del proyectil que golpeó la torre
volatilizándola. Diez hombres cayeron heridos por el vendaval de fuego y metralla
desencadenado que convirtió la rejilla de los respiraderos que se abría en la base del
mástil-torre en un boquete, convirtió en astillas la proa del bote trincado detrás y
arrancó de cuajo la base del soporte tubular del telémetro secundario que se alzaba
justo encima. El segundo no produjo víctimas, atravesó limpiamente la parte trasera de
la chimenea llevándose por delante los dos proyectores de arco de la plataforma. No
explotó, ya que los proyectiles perforantes estaban diseñados para aplastarse contra el
blindaje explosionando entonces, y si no encontraban ninguna coraza que detuviera su
mortífera carrera salían tranquilamente por el otro lado. Las chapas de acero Krupp que
forraban la estructura de la chimenea fueron atravesadas por el proyectil como si fueran
de papel de fumar.


-¡Informe de daños! -bramó Assmann.


El almirante Kummetz consultó las cartas de
navegación, preocupado por la posición de sus destructores mientras los oficiales se
dedicaban a recabar frenéticamente información sobre los daños, que pronto supieron no
eran graves.



-Meyer -comenzó a decir el almirante-, hay
que tratar de...



FIN PARTE 10


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:50

PARTE 11



-¡Blanco centrado, permiso para abrir fuego!
-interrumpió la voz del capitán de corbeta Robert Weber.



Meyer se lanzó al intercomunicador.


-¡Aquí el capitán, informe! -gritó.


-El radiotelémetro principal está captando
un eco en la misma posición dada por el capitán Johansen, a
11 millas, señor -contestó Weber-, tenemos el blanco centrado.



Meyer tragó saliva nerviosamente. ¿Qué
haría Kummetz ahora? ¿Se volvería atrás? Meyer bajó la vista presa de la excitación
que sentía. La tensión dentro del puente de mando era algo sólido, palpable. El
intercomunicador emitía un leve zumbido, único sonido percibible en el puente por encima
del de los instrumentos.


-¡Permiso concedido! -gritó Kummetz a
través del intercomunicador- ¡Abran fuego!


El capitán de corbeta Robert Weber sonrió
levemente con la vista fija en las luces del panel de control que indicaban que los 8
cañones de 380 mm estaban cargados y listos para abrir fuego. Extendió su mano derecha
hacia el interruptor que indicaba "salva", esperó a que los indicadores de
balance que vigilaban la escora de la nave se centraran y cuando la nave estuvo adrizada
en medio de la encrespada mar lo apretó con todas sus fuerzas. El timbrazo de aviso
resonó en el interior de las cuatro enormes torres que albergaban los ocho cañones del
Tirpitz y dos segundos después, los gigantescos cañones negros de la nave alemana
expulsaban un huracán de fuego por la banda de babor. El estallido hizo retumbar la nave
de quilla a perilla y los 2.500 hombres del Tirpitz lanzaron al unísono un ¡Hurra! al
sentir la potencia de sus formidables cañones contestando por fin al enemigo. En el
interior de las torres Anton, Bruno, César y Dora, de 1.064 toneladas de peso cada una,
los cañones retrocedieron con tremendo empuje sobre sus cureñas hidráulicas.
Inmediatamente, los artilleros abrieron los cierres de las piezas para introducir nuevos
proyectiles de 380 mm de diámetro y 800 kilos de peso tras los que introducirían los
saquetes de pólvora de 212 kilos cuya explosión lanzaría los mortíferos proyectiles a
una velocidad de 820 metros por segundo.


La quinta salva del Iowa y la primera del
Tirpitz se cruzaron en el aire. Llegó primero a su destino la norteamericana, uno de
cuyos proyectiles reventó su furia contra la cubierta del Tirpitz a la altura de la
sección XXI. El proyectil atravesó la cubierta junto a la cadena del ancla de babor
saliendo limpiamente por la amura, justo por encima del cinturón acorazado, lo que evitó
que la granada explotara dentro de la nave. No hubo bajas esta vez.



FIN PARTE 11


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:51

FIN PARTE 12



]-El capitán Johansen informa:
"caída corta por estribor proa unos 500 metros".



Exclamaciones de júbilo estallaron en el
puente del Tirpitz. La primera salva alemana, disparada casi a ciegas, había llegado a
500 metros del Iowa. Ahora también ellos disparaban, con mucha menor precisión, pero a
medida que la distancia entre ambas naves disminuía el acorazado alemán tendría más
posibilidades de golpear al norteamericano con toda su terrorífica fuerza.


-¡El Iowa dispara sus piezas de 406 mm contra
nuestros destructores! -anunció el oficial de comunicaciones.


-¡Ordene a Hansen que retroceda, rápido!
-contestó Kummetz inmediatamente.



Meyer pensó por un momento en el capitán del
Iowa. ¿Qué haría él en su lugar? ¿Hubiera concentrado todo su fuego sobre el Tirpitz
olvidándose de los destructores para mantener así la distancia que tan ventajosa le
resultaba a los norteamericanos? ¿O habría tratado de hundir primero a los destructores
para impedir lo que precisamente ahora estaban haciendo: servir de observadores
corrigiendo el tiro de los cañones del Tirpitz? ¿O quizás habría concentrado sus
torres de proa contra el Tirpitz y la de popa contra los destructores, obligándose así a
maniobrar continuamente perdiendo la ventaja mientras los alemanes navegaban a 30 nudos
fuera del alcance de las piezas de 127 mm del Iowa? ¿Qué hubiera hecho él en su lugar
si se hubiera visto en aquella situación? Sin duda el comandante del Iowa era un hombre
valiente. Meyer pensó que sería bueno que sobrevivieran ambos a la guerra para poder
discutirlo frente a una jarra de buena cerveza.



-¡Hemos perdido un destructor! -anunció el
oficial de comunicaciones sujetándose los auriculares con fuerza-, y otro ha sido
alcanzado.



El estruendo de la segunda salva disparada por
el Tirpitz llegó a través de los 35 cm. de acero que les protegían, pero los oficiales
estaban pendientes de la suerte corrida por el valeroso Johansen y
su escuadra de destructores. El oficial de comunicaciones movía la cabeza negativamente.
La estación de radio sólo conseguía escuchar un galimatías de mensajes entre las
naves. Por fin alzó la vista y anunció lo que todos temían.



-El capitán de fragata
Johansen infor
ma al almirante: un destructor hundido, otro con daños, se retira
hacia nosotros manteniendo contacto artillero con los destructores enemigos. Fin del
mensaje.



FIN PARTE 12


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:52

PARTE 13

Kummetz y Meyer intercambiaron una mirada de
pesar. Aquellos valientes se habían sacrificado manteniendo a los destructores enemigos a
raya y señalando la posición del Iowa. Ahora estaba en sus manos aprovechar el precioso
tiempo que aquellas pequeñas naves les habían dado con su sacrificio. [/size]



Weber lanzó otra salva contra el Iowa
centrando el tiro con el radiotelémetro. Mientras que el radar norteamericano señalaba
los piques de los proyectiles posibilitando así que el Iowa supiera con exactitud dónde
habían caído para corregir el tiro de la siguiente salva, el radiotelémetro alemán,
una versión menos sofisticada del radar, no registraba esos piques de agua, con lo que,
si no había contacto visual, los alemanes no podían saber dónde habían caído sus
proyectiles y la corrección del tiro era imposible, así que habrían de limitarse a
disparar, confiando en que algún proyectil alcanzara al acorazado norteamericano antes de
llegar al contacto visual que equilibraría el combate. Y en ello llegó la sexta salva
del Iowa...



Si en algún momento los hombres del Tirpitz
lamentaron el invento del radar fue en aquel momento. Tres proyectiles del aún invisible
Iowa alcanzaron al Tirpitz. El primero se estrelló contra el frontal inclinado de la
estructura que albergaba el puente de mando. El puente acorazado no resultó dañado, pero
los hombres que se encontraban dentro de él sintieron sus efectos perfectamente. La
granada atravesó las superestructuras hasta estallar contra el blindaje de la cubierta de
50 mm. El boquete que produjo fue rociado por un chorro de cascotes de metralla que
cayeron en las entrañas de la nave matando a cinco hombres e hiriendo a ocho y causando
un corte del suministro eléctrico en dos torres de 150 mm de la sección de proa que, sin
embargo, no afectó a las torres principales Anton y Bruno, además de un incendio en una
zona muy peligrosa de la nave, ya que justo debajo se hallaban los pañoles de municiones
de proa repletos de explosivos. El segundo proyectil atravesó limpiamente la cubierta a
la altura de la aleta de estribor en la sección VIII. El proyectil se empotró contra la
cubierta protectora del Tirpitz de 80 mm de espesor, lo que evitó que los motores de la
nave, situados justo debajo, fueran alcanzados, pero la metralla escupida por la granada
causó averías en un generador y provocó un incendio en la cubierta principal. Otros
cinco hombres perdieron la vida, pero la capacidad operativa de la nave estaba intacta. La
poca inclinación con que ya llegaban los proyectiles norteamericanos impidió que la
cubierta protectora fuera perforada.



FIN PARTE 13


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 00:56

PARTE 14

-Parece que el generador ha sido dañado y la
metralla ha cortado las conexiones -anunció Assmann colgado del teléfono tras dar sus
órdenes a los trozos de reparaciones y recibir los primeros informes-, pero las están
reparando. El trozo de proa ha conseguido dar un pallete de colisión contra el boquete de
la amura, está entrando agua pero puede ser achicada con las bombas. Están revisando los
mamparos de proa.



El puente de mando acorazado estaba casi
ciego. El humo del incendio de proa envolvía los periscopios y en su interior funcionaban
las luces de emergencia porque las de servicio habían quedado inutilizadas al haber sido
dañados los cables.



]-¡Nuestros destructores! ¡Ahí están
nuestros destructores!



Kummetz se arrojó sobre un periscopio pero no
pudo ver nada, al fin consiguió ver a los dos destructores alemanes que se cruzaban de
vuelta encontrada por la banda de babor del Tirpitz. Uno de ellos tenía un incendio a
bordo pero el puente pronto fue informado de que sus daños no eran muy graves.



-Se ha ganado la Cruz de Caballero, Johansen -murmuró el almirante-... se la ha ganado como se la
ganan los valientes.



-¿Cuál es la distancia al Iowa?- Preguntó
Meyer con la preocupación dibujada en el rostro.



El capitán de corbeta Schmidt se irguió
sobre su mesa de navegación.



-Distancia al blanco 10 millas, capitán-
anunció el capitán de corbeta Schmidt irguiéndose sobre su mesa de navegación.



10 millas, apenas 20 kilómetros, pensó
Meyer... En cualquier otro mar del mundo a aquellas horas de la tarde a 10 millas podría
leerse el nombre de una nave con unos simples prismáticos, pero en aquellas malditas
aguas el horizonte a 8 millas era una nebulosa grisácea que se confundía con el mar. Dos
millas, dos millas más, tan sólo dos millas. Otra salva lanzada por el infatigable
Weber. No podía saber dónde caían sus proyectiles, pero mantenía sus cañones
apuntando al punto luminoso que señalaba el radiotelémetro. El Tirpitz, maniobrando
rápidamente tras cada salva para tratar de descentrarse, había continuado su infatigable
carrera hacia el norte, hacia el convoy, arrastrando con él a un Iowa que había
sacrificado su superioridad táctica para evitar que el acorazado germano cayera sobre el
convoy provocando un desastre de grandes proporciones bélicas e incalculables
consecuencias políticas.



Mientras en las entrañas de la nave, los
trozos de reparaciones luchaban contra el fuego que se extendía peligrosamente junto a la
barbeta de la torre Bruno, en el exterior, los artilleros de las torres de 150 mm estaban
ayudando a sus compañeros empeñados en sofocar el incendio de la superestructura. Las
mangueras ya lanzaban agua contra el fuego mientras los hombres miraban con disimulo al
cielo esperando la siguiente y mortífera salva del aún invisible enemigo. En la proa,
jugándose la vida, los marineros habían conseguido dar un pallete de colisión que
tapaba el boquete producido por el proyectil del Iowa mientras, como el resto de sus
compañeros, miraban con preocupación el horizonte. Junto a la gran chimenea, un trozo de
ocho hombres al mando de un suboficial se encargaba de reparar unas conexiones eléctricas
dañadas por los cascotes de metralla.



FIN PARTE 14


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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 01:01

PARTE 15

-¡Mirad! ¡mirad!

Un fuerte resplandor de brillante luz
amarillenta iluminó el oscuro horizonte. Los marineros sintieron una punzada en sus
agitados corazones al tiempo que unos segundos más tarde llegaba el estruendoso sonido
que seguía a la luz. En pocos segundos todos pudieron escuchar un fortísimo silbido que
parecía rasgar el aire helado.


-¡Cuerpo a tierra! -gritó el suboficial al
mando del trozo- ¡Todos cuerpo a tierra!


La cubierta del Tirpitz estaba cubierta de
hielo y agua pero ninguno de los marinos que se echaron boca abajo sobre ella lo notaron.
Un ruido infernal pareció desatar las Furias sobre aquellos hombres indefensos que vieron
como unas gigantescas columnas de agua teñida de color amarillo se alzaban unos metros
por detrás de ellos rociándoles con una cascada de agua helada.



-¡Rápido! ¡rápido!


Ninguno de ellos había oído los impactos,
pero todos habían sido golpeados por la onda expansiva del proyectil que pulverizó la
dirección de tiro secundaria de popa. El diluvio de metralla descargado destrozó a uno
de ellos matándolo instantáneamente y un cabo resultó herido en las piernas. Mientras
dos de ellos quedaban al cuidado del camarada herido, los cuatro restantes, encabezados
por el suboficial, se apresuraron resbalando peligrosamente sobre la helada cubierta a
prestar auxilio a sus camaradas, ocultos por una gran columna de humo negro sólo
perforada por los desgarradores gritos de los hombres mutilados. El proyectil, el segundo
de aquella salva que había alcanzado al Tirpitz había reventado atravesado la toldilla y
llevándose consigo la dirección de tiro secundaria y parte de la superestructura, para
acabar empotrándose contra la cubierta protectora, perforándola y dejando fuera de
servicio una de las calderas. El segundo proyectil había estallado contra el cinturón
acorazado y el suboficial del trozo, al asomarse por la borda pudo comprobar aliviado que
éste no había sido perforado aunque presentaba un boquete redondo del tamaño de una
boya. Con la ayuda de los artilleros de las baterías antiaéreas que rápidamente bajaron
hasta allí para ayudar pudieron auxiliar a los ocho heridos que encontraron, sacándoles
de aquel infierno de fuego y humo.



-¡Malditos sean! rugió Meyer.

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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 01:03

PARTE 16


-Capitán Meyer, si no conseguimos contacto
visual con la nave enemiga en los cuatro próximos minutos ordenaré una inversión de
rumbo -dijo Kummetz con grave expresión-. Avisen a los dos destructores de popa para que
estén preparados para tender una cortina de humo y listos para atacar al torpedo al
acorazado enemigo.



-¡Contacto visual con dos destructores
enemigos! -exclamó Weber por el interfono al tiempo que ordenaba a las 4 piezas de 150 mm
operativas de la banda de estribor que abrieran fuego contra ellos.



-¡Atentos a un posible ataque con torpedos!
-gritó Kummetz.



Los proyectiles de 150 mm del Tirpitz
encuadraron a los destructores norteamericanos que viraron 180º rápidamente, perseguidos
por los furiosos piques alemanes. Uno de ellos resultó alcanzado en la toldilla, pero
Weber no pudo calibrar los daños porque la visión ya era casi nula. El radiotelémetro
señalaba la presencia del Iowa cuya aparición en el horizonte era cuestión más de
segundos que de minutos. Una nueva salva norteamericana alcanzó al acorazado alemán
estrellándose contra el cinturón acorazado dos proyectiles, lo que señalaba la corta
distancia que separaba ya a ambos monstruos.



-¡Ahí está! -el grito de weber hizo dar un
respingo a todos los hombres del puente-. Contacto visual con acorazado enemigo... ¡Es el
Iowa, repito, confirmado, es el Iowa!



El incendio de proa ya había sido sofocado,
pero a través de los periscopios los hombres del puente no podían ver aún al enemigo.
Sólo el capitán de corbeta Robert Weber, desde su puesto director en lo más alto del
mástil-torre del Tirpitz podía ver aquella silueta gris que cada vez se hacía más
grande sobre el horizonte ártico.



Todos los ojos de los hombres del puente se
centraron en el altavoz por el que se oía la voz metálica del director de tiro del
Tirpitz, el hombre del que en aquellos momentos todo dependía.


-...Centrando el blanco en los visores...
vamos, vamos, tranquilos... despacio...


Meyer y Kummetz intercambiaron una mirada en
la que se mezclaba todos los sentimientos posibles.


-...Blanco centrado... en posición...
Salva... ¡Fuego!


"Ahora es cuando empieza la batalla"
pensó Meyer agradecido, porque lo anterior había sido una ejecución, fallida, pero que
había estado a punto de acabar con su nave. Si el Iowa se hubiera mantenido fuera de
contacto visual unos minutos más sólo hubieran cabido dos soluciones: ser hundidos o
tener que huír de allí a toda máquina.




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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 01:04

PARTE 17


-Corta 100 metros -sonó la voz de Weber-...
aumentar inclinación... espera, no tanto... así... Listos... en salva y... ¡Fuego!



El humo de las salvas propias aún cubría al
Tirpitz cuando llegó la respuesta norteamericana. Cuatro proyectiles se estrellaron
contra la nave alemana. Dos de ellos contra el cinturón blindado, el tercero atravesó la
batería en el combés, estallando dentro de la nave y el cuarto lo hizo contra el hangar
de estribor destruyendo los dos hidroaviones allí plegados y provocando otro gran
incendio. Doce muertos. Quince heridos.


-¡Blanco! ¡blanco! ¡Puente, un proyectil ha
alcanzado al enemigo!



Meyer cerró los ojos. ¡Por fin! blanco
centrado. Con su nave a punto de convertirse en un colador habían conseguido centrar al
Iowa a la segunda salva. ¡Bien por Weber!



-¡Magnífico, Weber! -contestó el capitán
por el interfono-, intensifique el fuego a la máxima cadencia.



Weber no contestó. Por el interfono se oía
su voz metálica dar instrucciones precisas que electrizaban a todos cuantos las oían.



-Muchachos, todo vuestro, aumentar cadencia de
tiro... Salva rápida... ¡Fuego!



Kummetz sonrió satisfecho. El sueño de todo
marino. Una nave contra otra.


-Veremos ahora de qué les sirven sus radares
-dijo el almirante- ¡Orden a nuestros destructores de popa, ataquen a los
norteamericanos! No quiero sorpresas. Ahora el Iowa no podrá ocuparse de ellos.



FIN PARTE 17

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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 01:05

PARTE 18


El Iowa había virado a babor para
descentrarse. La fundada confianza en sus magníficos equipos de radar había dejado paso
a la preocupación. Pero ¿qué otra cosa hubiera podido hacer el norteamericano? mantener
la distancia que le habría llevado a la victoria segura era arriesgarse a ver al Tirpitz
arrojarse sobre el convoy con todo lo que ello supondría. Y un marino siempre debe
cumplir las órdenes, aunque su resultado sea el dejar a una nave como el Iowa en igualdad
táctica con el Tirpitz. Meyer no podía dejar de pensar en ello. No hubiera cambiado los
papeles con su contraparte norteamericano ni en sus peores sueños mientras observaba
cómo los piques de sus proyectiles centraban al Iowa. El capitán del acorazado
norteamericano había demostrado ser un marino disciplinado, como todos los hombres de
mar.






Con los destructores norteamericanos
perseguidos por el fuego de las piezas de 150 mm de sus contrapartes alemanes la batería
secundaria de 150 mm del Tirpitz se sumó rápidamente al cañoneo contra el Iowa. La nave
norteamericana tenía unos sistemas de tiro superiores a los alemanes, como bien
advirtieron los germanos. Weber se dio cuenta de que incluso llegaron a disparar mientras
viraban y la salva cayó centrada a pesar de que el Tirpitz estaba a su vez virando, por
lo que pidió al puente un mayor acercamiento al monstruo norteamericano. A pesar de la
insistencia de Meyer el almirante no aceptó. Tenía la mente puesta en el Howe y el resto
de la fuerza aliada y no quería caer en la trampa que el capitán McCrea le estaba
tendiendo hábilmente al no apartarse de la línea entre el Tirpitz y el convoy. Kummetz
ya sabía que el Howe y los cruceros y destructores británicos se acercaban a toda
máquina desde el sur. Aún había tiempo de combatir contra el Iowa y escapar, pero no de
atacar al convoy. McCrea lo había salvado sacrificando su nave a un combate a cara de
perro con el Tirpitz. Y ahora sólo le restaba esperar a que la trampa se cerrara sobre la
nave alemana.



Tras ocho minutos de combate el Tirpitz estaba
envuelto en el humo de las salvas propias y los incendios. Kummetz pidió a Meyer un
informe de daños completo.



El Tirpitz había recibido otros quince
proyectiles de 406 mm que habían inutilizado la torre Dora y todas las direcciones
de tiro de popa, dos torres de 150 mm han sido destruidas. La cintura acorazada había
sido perforada a popa, pero la cubierta protectora curva había resistido. Siete impactos
de 127 mm habían deshecho literalmente la chimenea y los hangares, pero lo más grave era
que al Tirpitz en aquellos momentos sólo le quedaba operativa la dirección de tiro
principal. Los proyectistas germanos habían cometido el error de no proteger
convenientemente las estaciones directoras. Tras lo ocurrido en el Bismarck el Tirpitz
había sido reformado; se había doblado la protección del gobierno de los timones y
aumentado el blindaje de las estaciones directoras, pero aún así estaban demasiado
expuestas a los impactos directos e incluso a la metralla. A los ocho minutos el Tirpitz
disparaba con grandes dificultades, limitándose a un tiro visual al resultar todos los
radiotelémetros inutilizados por la metralla.



FIN PARTE 18

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Mensaje  Invitado Mar Feb 03 2009, 01:09

PARTE 19


El Iowa había recibido su parte de castigo.
Los británicos comentaban que parte de los proyectiles del Bismarck no estallaron por
fallos en sus espoletas, pero esos fallos habían sido convenientemente reparados, como
los norteamericanos pudieron comprobar. Ningún punto vital del Iowa fue destruido por las
granadas alemanas porque todos estaban perfectamente blindados, pero los impactos en el
casco habían convertido éste en un colador. El Iowa tenía su cintura acorazada dentro
del casco en lugar de fuera, y aunque esto ya había sido rectificado en la nueva clase
Montana que se estaba construyendo, el Iowa sufrió los efectos de tal diseño. Los
proyectiles alemanes atravesaron el forro del casco estallando contra la cintura acorazada
y lanzando toda la fuerza de la explosión contra el forro del casco (de dentro hacia
fuera), creando así enormes boquetes y provocando inundaciones que escoraron la nave a
babor 7º. La escora fue prontamente rectificada contrainundando los compartimientos de
estribor, pero la velocidad de la nave quedó reducida a 24 nudos y su francobordo, menor
que el del Tirpitz, quedó reducido en casi un metro, lo que, añadido a su escasa manga
de 32 metros le provocó serios problemas al enfrentarse a un mar de proa que barría su
castillo impidiendo un tiro certero. La cintura acorazada del Iowa sólo fue perforada en
un punto, y los daños no fueron graves, pero un impacto directo contra el frontal de la
torre C inutilizó dos piezas de 406 mm a pesar de que el escudo blindado no fue
perforado. Como se constató en los South Dakota, la abundancia de sistemas no protegidos
por esta causa motivó varios fallos eléctricos que impidieron al Iowa combatir a un
100%. Esto se debió a la falta de protección de la batería que posibilitó los daños
al dejar entrar sin problemas los proyectiles de 380 mm.



UNA HISTORIA Av_protec_bismarck_06
UNA HISTORIA Av_protec_iowa_06

Tras doce minutos de combate directo, el
Tirpitz rompió el contacto y arrumbó a 26 nudos hacia el sur mientras los dos
destructores que hasta entonces se habían mantenido por su popa y el que quedaba intacto
del primer ataque se lanzaron a toda velocidad contra el Iowa dirigiendo un total de 12
torpedos en dos salvas escalonadas contra el acorazado. La nave norteamericana no resultó
alcanzada, ya que a esa distancia McCrea no tuvo problemas para esquivarlos, pero el Iowa
perdió la oportunidad de seguir al Tirpitz mientras maniobraba para salvar los peces
metálicos germanos. A toda máquina, perseguido por el grupo Howe que logró establecer
contacto radar, el acorazado alemán llegó hasta el punto donde la Luftwaffe le esperaba
para proteger su retirada atacando a las naves británicas sometidas a ataque aéreo
perdieron su pista.



Una vez más el Tirpitz se había escapado de
la trampa. El acorazado alemán no sería hundido en alta mar.






La nave alemana había afrontado el combate
con decisión, pero la superioridad electrónica norteamericana había impedido cualquier
posibilidad de victoria. Los radares de tiro del Iowa habían centrado al Tirpitz cuando
éste aún estaba a ciegas, y sólo la necesidad del Iowa de cerrarle el paso del convoy
había impedido que el alemán hubiera sido masacrado sin poder defenderse. A pesar de los
daños, el Tirpitz había conseguido encarar al Iowa gracias a su colosal resistencia
estructural y sus superiores dotes marineras en aquellas aguas donde la mejor arma del
iowa, sus 33 nudos de velocidad, eran imposibles. La protección interna del Iowa era un
error, como admitieron los norteamericanos con el proyecto de los Montana, ya que
convertía la nave en un colador a pesar de no resultar perforadas las corazas, y los
fallos de los sistemas eléctricos, que se dieron en los South Dakota y los Iowa eran
producto de un inadecuado diseño que dejaba gran parte de sus elementos desprotegidos.
Ambos acorazados eran monstruos de acero, auténticos titanes, pero el norteamericano
tenía la gigantesca ventaja de sus radares de tiro. Utilizados convenientemente le
proporcionaban una superioridad táctica total. Hubiera podido destrozar al Tirpitz sin
arriesgarse a recibir ni un sólo impacto alemán, pero las condiciones en el Ártico eran
muy distintas a las del Pacífico. Si esta batalla hubiera ocurrido tal y como la he
planteado ninguna de las dos naves hubiera resultado hundida. Si los hechos se hubieran
desarrollado en otras circunstancias, la cosa hubiera sido distinta.


FIN


Bueno espero ke os alla gustado esta historia ficticia sobre dos golosos del mar

saludos

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